martes, 30 de septiembre de 2008

1988 - Dejad que los niños tiren de sus padres

Entre tus brazos. Quise sacar 'Chacolí' pero otro grupo se nos adelantó y tuve que darle un giro a la idea l Ese año ensayamos en una casa antigua que tenía más ruidos raros que 'El orfanato'

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CARNAVAL nuevo, más complicaciones. Kako seguía en el grupo pero había que buscar dos componentes que tocaran la guitarra. Después de muchas llamadas telefónicas y de ir de casa en casa contactamos con los dos nuevos fichajes: El Wufi y el Kiki. Vaya con los nombrecitos. Como mandan los cánones el local de ensayo se nos volvió a atragantar. A través de Rafael Velázquez nos trasladamos a una finca que estaba medio en ruinas en la calle Zaragoza, la cual sería rehabilitada para albergar otro Hogar del Pensionista. Nosotros ocupamos una habitación de una casa antigua que estaba repleta de enseres muy íntimos, me imagino que de la familia que allí vivió durante años, y todo tipo de ruidos que ríete tú de Belén Rueda y El Orfanato. La habitación estaba situada en la primera planta. El primer día que entramos para ver el local nos llevamos un susto de muerte. La curiosidad nos hizo registrar todas las habitaciones, cuando abrimos las ventanas y entró la luz del sol, José Luis y yo nos quedamos de piedra, había una cuna antigua llena de agua y dentro una muñeca de porcelana que más bien parecía una niña a punto de ahogarse. La imagen era para salir corriendo de allí. En algunos lugares concretos de la finca había boquetes enormes en el suelo por los que podíamos vernos y comunicarnos desde el segundo piso hasta el patio. Y claro está, no había luz. Así que nada, a hablar con los vecinos. De vez en cuando bajábamos al patio y allí nos poníamos en formación comparsera porque la habitación se nos quedaba chica. Eso, y que el primer piso nos daba cague.
Mi decisión estaba tomada; quería sacar una agrupación dedicada a los niños porque siempre he creído que si consigues captar la atención de un crío detrás van los padres, aunque no quieran. En mi mente siempre estuvieron presentes las matinales y vespertinas en La Casa del Niño Jesús, en las Puertas de Tierra, cuando actuaban los títeres con el personaje de Chacolí y la bruja. Me encantan los títeres, sobre todo porque considero que es maravilloso darle vida a un ser tan frágil y cadavérico. Al fin y al cabo creo que todos somos títeres de otros en menor o mayor medida. Pero en esta ocasión tuvimos un problema que me obligó a cambiar de idea radicalmente. Una comparsa de Cádiz estaba ensayando y se llamaba 'Chacolí'. Yo me reuní con ellos para intentar convencerles de que cambiaran el tipo pero no estaban por la labor, lógico. Podíamos haber salido los dos con el mismo tema pero ya en las bases del concurso se reflejaba que dos tipos iguales como que no. Absurdo, como casi todo lo que pasa en Cádiz, perdón, en el concurso, quise decir.
No cejé en el empeño y le di la vuelta al calcetín. Esta vez no iba a bajarme del burro, así que me limité a buscar en mis recuerdos infantiles y descubrí que desde el silencio de los muñecos que abandonamos cuando dejamos de ser niños podía escribir al mundo de los adultos. Me faltaba el nombre y días antes de registrarnos en la Fundación Gaditana del Carnaval se me encendió la bombilla: 'Entre tus brazos', ole. No sólo había parido un nombre bonito -también cursi, también- sino que además seguía cortando de raíz con la tradición de empezar los nombres de comparsas con artículos, losý elý lo de siempre, vamos.
La comparsa respiraba colores por todos sus poros y contagiaba alegría y algo de sopor, que todo hay que decirlo. Los pasodobles comenzaban con una intro clásica, como una nana que ya preparaba al público a dormir, ja, ja. Además del Piru, ese año se integró con nosotros Chicuelo. Su hija René era la que al principio de la presentación nos dejaba solos en la habitación del Falla. Fernandi, Kiki y sobre todo el Pati eran las voces que predominaban en un repertorio que ahora se me antoja el más sosito y aburrido de todos los que he creado. Si pudiera, igual que otras agrupaciones mías, la quitaba del currículum. ¡Al cajón del olvido! Será que ha pasado tanto tiempo que ya no me queda nada del niño que fui.
Paco Leal seguía siendo nuestro maquillador particular. En el popurrit hice alusión a Paco Alba, de un modo que no gustó a muchos, concretamente la letra se refería a: "ýun tal Paco". Las luchas internas con otros grupos, algo que será eterno en esta selva gaditana, provocó que brindara algunas palabras a antiguos miembros de la peña Nuestra Andalucía. ¿Qué sería del Carnaval sin la salsa del morbo, verdad? La gente quería sangre fresca y yo se la proporcionaba de todos los grupos sanguíneos. Ese año, además, la mayoría de los autores punteros decidieron no salir y yo les mandé un regalito. Gracias a que no participaron también es verdad que nos metimos en la final, y mi menda ya iba adquiriendo una fama de enfant terrible que todavía llevo a cuestas. Y hablando de terrible, el Falla necesitaba una remodelación y se tomó la decisión de que ese año sería el último en el que allí se celebrara el concurso hasta nueva orden. Todos para el teatro Andalucía. ¡Malditos asustaviejas!
Llegamos a la final y conseguimos el cuarto premio. Estábamos abonados a ese número. La noche de autos José Luis perdió su gorro con pelitos de lana y se tuvo que poner el de Chicuelo. El otro día alguien me dijo que había visto en su casa la final de ese año y recordé lo mal que canté, lo rematadamente mal que lo hice. Salimos del Falla y la gente estaba encantada con nosotros. No había dado uno sino dos pasos adelante sin yo saberlo y me había quitado la espinita del año anterior.
Y, cómo no, después cogimos carretera dirección a El Puerto de Santa María, donde revalidamos el primer premio del año anterior. Durante la semana de Carnaval tuvimos una actuación en el teatro de Puerto Real que fue antológica. Esa noche, antes de cantar, nos habíamos tomado unas copas y estábamos la mar de a gusto. Terminamos el primer cuplé y cuando estábamos en pleno estribillo sucedió algo que jamás volvió a repetirse. El estribillo era una sucesión de juegos antiguos que, supuestamente, practicaban los niños cursis de Cádiz. Pues bien, cuando llegó la parte de ¡Inmóvil! todos nos quedamos quietos menos Rafael, que se adelantó a un micrófono y dijo algo que nosotros no oímos pero que provocó la risa del respetable, que nos aplaudió mientras vitoreaba: ¡Chirigota, chirigota! Ay, si no fuera por estos ratitos.

1987 - A la final obviando principios

Esto es Carnaval. Los que apostaron por el cambio de estilo se salieron con la suya, para mí fue dar un paso atrás l Aunque no es de mis agrupaciones favoritas, creo que conseguí lo que quería

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EL debate lo ganaron aquellos que pensaban que debíamos volver al Falla con un tipo más de aquí, más de nosotros y menos difícil de confeccionar. Estaban convencidos que sólo de ese modo podríamos, de nuevo, acariciar una final en ese emblemático coliseo gaditano; digo yo que lo de coliseo tiene que ser porque allí nos convertimos en gladiadores y nos despellejamos unos a otros. De nuevo odisea para conseguir local de ensayo. Lo que es la vida, volvimos al Café El Correo que ya estaba limpio de escombros, menos mal. Regresó al redil Manolo El Monaguillo, entró como cajilla Martín, contamos con uno de los pupilos de Jesús Monzón, el Carli, hijo de Carlos Brihuega fue nuestro bombista y el Kako, que estudiaba conmigo en el Columela participó como guitarra. Antes que llegara el Carli estuvo con nosotros el Lele, y a pesar de ser un grandísimo amigo mío, no contaba con el respaldo de algunos componentes. En mi comparsa teníamos un código interno: si tú traes a un componente y no vale, tú te encargas de decirle que se vaya. A mí me tocó darle la mala noticia a César sentados en un escalón de una casa bebiéndonos una litrona. César lloró como un niño pequeño y desde ese día le puso la cruz al Carnaval; jamás volvió a salir. Durante mis veinte años de concurso he dejado en el camino a mucha gente y puedo asegurar que es, sin duda alguna, casi lo peor de esta fiesta. La amistad la mantuvimos durante un tiempo. Luego distancia y más distancia.
La idea de hacer 'Esto es Carnaval' no me convencía mucho, pero era atractivo saber si de ese modo nos colábamos en la final, cosa que ocurrió. Esa comparsa era tópica, tópica y rayaba lo rancio. Estaba obligado a crear un pasodoble más clásico y, aunque no es de mis agrupaciones favoritas, creo que conseguí lo que quería. El disfraz todavía no sé lo que representaba, lo mejor para estos casos es usar el término fantasía, porque diciendo esto uno se cura en salud y cualquiera se lo traga, pero para mí éramos como unos pintores con unos plumeros de brillo y un par de coloretes en las mejillas, ni fu ni fa, eso sin hablar de los calcetines, uno amarillo y otro azul, lamentable. La presentación, por tanguillos, más típico no lo hay y en el escenario más de cuarenta personas que tenían que dar la impresión de estar pasándoselo bien en una calle de Cádiz mientras aparecía una comparsa para actuar. Como remate final, cuatro niñas vestidas de piconeras que bailaban de maravilla, eso sí. Por supuesto, entre toda esa patulea de gente estaban amigos nuestros, muchos del barrio de Loreto y vecinos de Trille y sus alrededores. Para colmo de males contrataqué contra la chirigota 'Los tontos de capirote' que cantaron un pasodoble antológico a las gaditanas feas. Mi poca madurez me llevó a componer una letra contestataria que me llevó directamente a los Juzgados. Me estuvo bien empleado. Nuevamente me disculpo, Javi.
Entonces las sesiones del Falla se dividían en tarde y noche. Una vez tuvimos que abrir sesión a las cinco de la tarde y no pasaba nada, anda que no le hemos dado vueltas al dichoso reglamento y yo me pregunto ¿para qué? ¿acaso vamos a mejor? Ese fue el mismo año de 'A fuego vivo', la tercera de la mejor trilogía que para mi gusto llevó a escena Antonio Martín García, que para este que suscribe seguía siendo el mejor con muchísima diferencia con el resto de los mortales comparsistas en ese momento.
Ni que decir tiene que cuando supimos que habíamos pasado a la final en la cara de los que habían apostado por el cambio estaba escrito: "¿Lo ves?, ¡te lo dije!" Ahora que el tiempo ha pasado puedo decir con claridad que yo me sentía como si hubiera dado un paso atrás en mis aspiraciones carnavalescas. Eso no era por lo que yo luchaba pero no tenía más remedio que aceptarlo. Ese año sí grabamos pero nos tuvimos que desplazar con Carlos Ordóñez hasta Ubrique. Nos fuimos una mañana súper temprano y ahí empecé a desarrollar una alergia a las grabaciones que todavía me dura. No soporto las tediosas sesiones de grabación de comparsas, y eso que ahora se pincha, se copia y se corta y se canta sólo un estribillo para duplicarlo luego. No, no, antes había que hacerlo de una tacada y si te equivocabas a empezar de nuevo, compañero. Luego había que ecualizar, poner las voces en su sitio y, francamente, cuando te das cuenta que ya es de noche y llevas más de doce horas metido en una burbuja ya no distingues el contralto del tenor, ni el tenor de la tos del técnico de sonido. Qué sufrimiento.
'Esto es Carnaval' tenía un estribillo pegadizo pero bastante ñoño, sobre todo la parte de: "Y el que no quiera a Cai, ay, ay, ay, el que no quiera a Cai que se lo coman los tiburones". En fin, un bastinazo que sin embargo nos dotó con el cuarto premio, un verdadero triunfo teniendo en cuenta todo lo anterior. Yo no conservo ningún disfraz y ese precisamente se lo di, con muchísimo placer a un primo mío de San Fernando que le venía de escándalo para las noches carnavalescas que tenían lugar en el Club Las Salinas. Por el contrario cantamos mucho ese año, porque los seguidores, gracias a Dios, seguían siendo fieles, aunque ahora en la actualidad pienso que los fieles fieles son los que no te siguen. Yo me entiendo, un amigo prácticamente nunca te dice la verdad, pero un buen enemigo, ése, ése está a tu lado para toda la vida, recordándote dónde y cómo la has pifiado. ¡Vivan los enemigos! El verano se nos dio muy bien y en el grupo volvieron los debates. Ahora me tocaba a mí darle la vuelta a la tortilla y durante mucho tiempo me dediqué a pensar en una idea diferente para el próximo año que me hiciera sentir bien conmigo mismo. Rafael Velázquez, José Luis y Ángel Zubiela eran los puntales en los que yo me dejaba caer cuando necesitaba ayuda o cambiar impresiones y lo cierto es que en el noventa por ciento de los casos siempre estaban de acuerdo conmigo.
Aquella comparsa era un canto a las fiestas de toda la vida, esos carnavales en los que uno andaba por la calle y las serpentinas le llegaban por las rodillas, un tiempo que yo no viví y si viví no recordaba. Por segundo año concursamos en El Puerto de Santa María y nos llevamos el primer premio, ole. Allí éramos más famosos si cabe que en Cádiz y la gente nos adoraba hiciéramos lo que hiciéramos. Manolo Casal retransmitía desde Ser El Puerto el concurso y, carnavalero de pro, enseguida conectamos con él. Nuestra vinculación con la peña ya no era la misma y la reunión de los sábados la trasladamos al bar La Primavera, lugar donde nos llamaban para contratarnos. Hoy por hoy evito pasar por ese lugar cuando voy a La Viña porque sé que si paso por La Primavera voy a ver allí al Piru sentado, esperándome. Que Dios me perdone.

1986 - El año de nuestras luces

De locura. Tras 'Zombies', pese a no pasar a la final, el listón estaba alto y teníamos que mantener el tipo l Para que al grupo le gustaran mis cuplés, me inventé que me los hacía Juan Rivero

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La última actuación de 'Zombies' ocurrió en la discoteca Mobby Dick en San Fernando, y digo ocurrió porque en mitad de la actuación Tey, el bombista, de buenas a primeras desapareció del improvisado tablao que instalaron en el antro. Nos dimos cuenta cuando en mitad de la actuación oímos un "¡Ahhhhhh!" y vimos un platillo rodando por el local. Esa noche nos presentó ante el público el padre de Manolo El Gitano tal que así: "Recién llegados de Jolivú y tras una larguísima gira por toda España hoy, con ustedesý". Así fue. Lo juro. Genial.
Tuvimos que buscarnos otro local de ensayo porque hubo desavenencias con el dueño del Café El Correo, qué jodío, tuvimos desavenencias después de limpiárselo de escombros, eso es arte de Cádiz. El nuevo local, que nos costó Dios y ayuda conseguirlo, lo encontramos al lado de mi casa, frente a urgencias del Hospital Puerta del Mar, hoy día es el café bar Victoria. En esta ocasión no hubo que trabajar pero se nos escuchaba por toda la calle. Otro de los problemas de los locales siempre ha sido la falta de luz y si no que se lo digan a todos los que se han enganchado al suministro de una farola o de un vecino, que nunca supo que le robaban energía. Nosotros hablamos con el dueño de un establecimiento próximo, quien nos suministró de tapadillo la luz para los ensayos.
Estaba claro que el listón, aún sin haber llegado a la final, estaba alto y después de 'Zombies' teníamos que mantener el tipo, nunca mejor dicho. La idea también me la suministró la televisión a través de un videoclip. La canción era lo de menos, lo que me interesaba era la idea: un nido con huevos plateados de los que nacían seres envueltos en una piel de cristal: era una locura, como el Carnaval en sí mismo, como yo mismo. Convencí al grupo de que ése tenía que ser el tipo porque era una sucesión de metáforas: Cádiz, tacita de plata, plateada, la luz de la ciudad, el brillo de las mañanas, la locura del Carnaval con sus colores, el chovinismo gaditano, el egocentrismo que nos hace encerrarnos en un nido de plata. Ahora sólo había que buscar la manera de vestir lo que había visto en el vídeo. Después de mucho preguntar (antes no había internet ni móviles de última generación) nos dimos cuenta que el disfraz nos traería de cabeza. A través de un conocido encargamos unos monos de trabajo que, si la memoria no me falla, lo hacían chicos de Afanas. También compramos unas planchas plateadas semirígidas que luego convertiríamos en miles de cuadraditos plateados de un centímetro por un centímetro; cada disfraz tenía la nada despreciable cantidad de casi cinco mil espejitos. La parte de las rodillas, la cintura, los codos y la espalda iban vestidas con tela de lamé color plateada y, aún así, para subir un bordillo nos tenían que ayudar y para hacer pis, no te digo nada. Para rematar la locura se confeccionaron unas especies de camisas de fuerza -qué haríamos sin las madres, gracias vieja- que nos colocábamos en la presentación. Cuando nos la quitábamos las luces rebotaban en nuestro cuerpo y desde el patio de butacas al gallinero todo resplandecía. El disfraz también contaba con otros detalles, unas puñetitas de encaje en las mangas y una chorrera a modo de corbata que nos daba un toque Marqués de Sade muy curioso y el grupo, menos uno o dos, era el mismo que el del año anterior.
Nuestros sábados en la peña seguían siendo sagrados y allí todos los que salían en agrupaciones se enfrascaban en eternos debates carnavalescos. Había de todo. Unos que no se hablaban con otros, otros que volvían a hablarse después de varios años, dos en una esquina cantando por lo bajinis un pasodoble marcando el compás en la pared, los de siempre jugando a las cartas o al dominó, lanzamiento de cuchillos al estilo comparsaý así hasta las tres de la tarde, más o menos, que nos íbamos para casa con la cabeza como un bombo, de Carnaval, claro.
Ese año también uno de los nuestros recibió una llamada de la comparsa de Antonio Martín. Manuel Serrano Mac-Gregor empezó a ensayar con nosotros pero terminó vestido de 'Soplos de vida'. ¡Ojo, yo también he llamado a algunos a lo largo de mi vida carnavalesca! Esto es puramente anecdótico. A mí me costaba la vida hacer cuplés, o mejor dicho, el grupo pensaba que a mí no se me daba bien hacer cuplés, así que me inventé que me los hacía Juan Rivero, que en esa época era un crack de las chirigotas. Mentira, los hacía yo, pero ellos se lo creyeron, lo que es el poder de la sugestión.
'De locura' gustó en el Falla y el grupo de seguidores seguía creciendo, sin embargo, tras otro año sin llegar a la final, en la comparsa había división de opiniones. Unos pensaban que si dábamos con un tipo gaditano nos meteríamos en la final y otros apostaban claramente por seguir rompiendo moldes y crear y crear para abrir la mente, porque era nuestro momento. De hecho, en el tintero, y eso a veces algunos que todavía nos hablamos lo recordamos, se nos quedaron tipos como 'Basura', una inmensa montaña de basura que reflejara la desesperación de la madre tierra ante tanta falta de concienciación con el medio ambiente, además de sacar a flote la basura del Carnaval, que es mucha, por cierto. Ya entonces pensábamos en hacer una comparsa ecológica.
El día del estreno, como es normal, también nos pasó algo. Nosotros no podíamos ponernos las camisas de fuerza porque el tipo era incomodísimo, así que los tramoyistas, los chicos y chicas de la radio, todos los que podían nos echaban un cable. El regidor dio la orden a sala. Todos estábamos un poco tensos. Se escuchó una voz: "¡Va cortinas!" Y de pronto digo yo: "¿Dónde está Rafael? ¡¡¡Rafael!!! Rafael estaba con la camisa de fuerza puesta hablando con un tramoyista sobre una reclamación de una factura del recibo de la luz. A mí me iba a dar un infarto. Las cortinas estaban abriéndose. "¿Rafael, por Dios que están abriendo las cortinas?" El me contestó: "Tranquilo, chiquillo, no te preocupes, vísteme despacio que tengo prisa". Lo mataba... Ese año concursamos en El Puerto de Santa María y conseguimos el primero de muchos primeros premios consecutivos. Y ahora que me acuerdo, en un camerino del teatro el alcalde de El Puerto se arrancó a bailar y se le cayeron las gafas y yo no me di cuenta yý ¡crack! Nadie se agachó a recoger las gafas. ¡No podíamos con el tipo!

1985 - El cementerio del comparsista

Zombies. Un día en la peña vi el vídeo de Michael Jackson 'Thriller' y me dije: eso es lo próximo que quiero hacer l Conectamos bien con el público joven, con ganas de cambiar lo típico y lo tópico.

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MI vida transcurría entre el instituto Columela y la peña Nuestra Andalucía. Yo, que nunca fui amigo de las peñas, me había casi convertido en un peñista y, aunque no jugaba al dominó, ni era diestro en el manejo de las cartas, ni consumía valdepeñas, robé todos los trucos de la profesión de comparsista. La peña estaba ubicada en la calle María Arteaga y cuando hacía la Berzá Popular en época de Carnaval daba de comer a cientos y cientos de personas que te degollaban con el plato de plástico si te colabas. En Cádiz decir gratis es como gritar ¡Al ataquerrrr! Recuerdo un año que la cola empezaba en la peña y llegaba hasta el freidor de la calle Hospitalito de Mujeres. Qué curiosa es la vida, al lado de la peña las monjitas se las veían y se las deseaban para dar de comer todos los días a los indigentes y en la peña se las veían y se las deseaban para que los que llegaban a final de mes pudieran comer garbanzos gratis.
Nos habíamos acostumbrado a la vida peñística, no faltábamos ni una tarde hasta que se hacía de noche y ansiábamos que llegara el sábado para echar el rato del mediodía ¿dónde? ¡En la peña! Así nos pasamos algunos años entre Nuestra Andalucía y el bar La Primavera, el reducto oficial de El Piru, un hombre que bien podría haber salido de cualquier novela de Cervantes, espigado, alto, con un bigote rancio y con solera, con mucha mucha gracia, un vocabulario que se inventaba y unas dotes inconmensurables para bailar, sobre todo claqué. Era clavao al actor Luis Cuenca. Un día hablando con él me di cuenta que nosotros éramos prácticamente su familia.
Una tarde de tantas estaba yo viendo la televisión en la peña cuando de pronto pusieron el videoclip de Michael Jackson Thriller. ¡Oh!, para mí aquello fue una revelación. Enseguida lo vi. Eso era lo próximo que yo quería y tenía que hacer. Pero había un problema ¿era un tipo gaditano gaditano a los que estaban acostumbrados en la peña? ¡No! Mi segundo año y ya cambiaba el grupo. Yo hablé con algunos de ellos y les comenté que para el próximo tipo había que estar en forma y que tendríamos que hacer ejercicioý una vacilada mía, vamos. Era la manera de romper lazos con la peña y hacer mi propio camino. También se comentó que pasé algunas noches en el cementerio para meterme en faena y saber qué pasaba allí. La gente, que se aburre mucho.
La cosa es que en agosto ya estábamos ensayando 'Zombies' en un garaje de la Cruz Verde. La búsqueda de personal fue bastante dura. Recuerdo que un día se presentaron en mi casa dos chicos, los conocía, eran vecinos míos. Uno era Fali Vila, que años atrás vivía encima de mi casa, él en el tercero, yo en el segundo, y el otro su primo hermano José Luis, que el año de 'Requiebro' había salido en una comparsa juvenil. José Luis acompañaba a Fali ese día para que éste entrara en la comparsa sin saber que era él quien se quedaba conmigo para ser mi gran apoyo, mi sombra, la voz de mi conciencia durante años. También hubo momentos amargos, como cuando alguien trajo a la comparsa a un hombre que había salido algunos años atrás con Antonio Martín. Después de varios días de ensayos le dijimos que no, la cara de ese hombre expulsado de la comparsa jamás se me olvidará. Los demás llegaron de grupos muy diversos, Rafael Velázquez, Noso, Bruno, Fernandi, y muchos más. Hubo uno, se llamaba El Negro, muy bien vestido, que sólo decía: ¡Una cervecita, pero no muy fría! Pero no cantaba. El día que lo intentó duró medio pasodoble.
En octubre tuvimos que buscarnos un local de ensayo nuevo y alguien nos ofreció el Café El Correo, Eso sí, con una condición, (listo, el tipo) había que limpiar una zona -muy parecida a la zona cero de las torres gemelas- de escombros con una altura de un segundo o un tercer piso. Pues nada, manos a la obra, lo hicimos, lo dejamos niquelado y ensayamos. El que se libró de limpiar los escombros fue Miguel Ángel García Cossío, que aunque ensayaba con nosotros lo llamaron para salir con Antonio Martín en 'Entre Rejas' justo cuando empezaba a coger la pala. Se fue, algunos no lo entendieron ni se lo perdonaron.
Ese año también colocamos nuestro boceto para que lo viera el público gaditano, en esta ocasión adornó un escaparate de Ivarte en la calle Novena. La ropa la buscamos nosotros y la adaptamos. Imaginación al poder. Una tarde llegamos al ensayo con un maquillador y además coreógrafo. Nos dio unas lecciones básicas, unos pasos de baile; la cosa es que cuando quisimos imitar un momento bailongo del videoclip de Michael Jackson en vez de bailar volaron los mecheros, los paquetes de tabaco, las llaves, los bolígrafosý vamos que le dijimos al coreógrafo adiós con la manita. Como teníamos que abrirnos un hueco en el panorama carnavalesco se nos ocurrió la idea de hacer un almanaque disfrazados de zombies. Las fotos las hizo Kiki y la verdad es que todavía hoy me siguen pareciendo una barbaridad. Se vendieron como rosquillas. El maquillaje de esa comparsa fue obra de Paco Leal y Miguel Ángel Butler, quienes tardaban aproximadamente unas siete horas en caracterizarnos. Rafael Velázquez se rompió un brazo y el primer día de concurso se coló en el Falla vestido de muerto con una escayola, pa echarnos, vamos. Jose Luis se afeitó la cabeza y Paco Leal lo maquilló como si le hubieran abierto la cabeza con una hacha, como José Luis Moreno. Impresionante. El primer pasacalles fue brutal. Íbamos haciendo tipo y la gente nos miraba como diciendo: ¡Esto qué es! Justo cuando íbamos a doblar una esquina nos dimos de bruces con un chiquillo que nos vio, se acojonó y rompió a llorar llamando a su padre. Ahí nos dimos cuenta que habíamos clavado el disfraz.
Llegamos al Falla y fue entrar y encenderse la llamita de la expectación. Habíamos conseguido cambiar algo, los conceptos primitivos de la fiesta, habíamos roto con lo gaditano gaditano, y conectamos con el público joven, ávido de otra cosa, con ganas de cambiar los tópicos y lo típico. Entonces no había dinero para comprar decorados pero los trabajadores de la tramoya nos buscaron uno bastante acorde con el tipo. El regidor de sala dio la orden y nos acercamos al escenario. Yo ese año tenía melena y barba, no me molestaba ser El Niño pero no quería aparentarlo. Una máquina de humo empezó a ambientar nuestro cementerio particular. Estábamos tumbados en el suelo con lo cual nadie nos veía, excepto a los que tocaban guitarras, caja y bombo: Angelín, su hermano, Tey, el hermano de Guili y El Monaguillo. Manolo El Gitano era el director y un momento antes de que se abrieran las cortinas, ya estábamos todos en el suelo mirándolo, nos pidió que cantáramos bonito, que controláramos los nervios, en fin, dando ánimos, y de pronto se le escapó un punto, que yo creo que no se le escapó y que no fue un punto sino un punto enorme. Subió el telón y entre el humo de la máquina y el áurea del punto de Manolo nos quedamos petrificados. Cuando todo alcanzó su mayor esplendor nos dimos cuenta que teníamos que respirar para cantar, entonces uno de nosotros dijo: ¡Manolo, picha, estás podrío! Los nervios se fueron y las risas amainaron, pero el olor se quedó.

1984 - Martínez Ares y sus recuerdos de "Requiebro", su primera comparsa

El autor se remonta a 1983 y cuenta cómo se forjó la agrupación con la que inició su carrera de autor.

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CORRÍA el año 1983 cuando mi padre intentó quitarme las ganas de salir en Carnaval utilizando lo que hoy se conoce como terapia de choque. Hacía poco tiempo que mi viejo me había comprado una guitarra con la que me fui a casa de mi primo Enrique, quien me juntaba los dedos para que saliera algún sonido decente. Un mes más tarde actué por primera vez en los concursos que a finales de verano celebraba la Peña de Paco Alba, en la que grupos de aficionados cantaban coplas de toda la vida, muchas de ellas enterradas en el olvido.
Nosotros ensayábamos en una habitación de un bar de la Avenida de Portugal y nos hacíamos llamar 'Los de Puerta Tierra', ole. En ese grupo estaban Nono, que luego sería la estatua central de 'Los Mohosos', El minuto, Javier Osuna y mi padre, entre otros. Meses después mi viejo, viendo que yo no me bajaba del burro, se reunió con El Piojo y otros cracks de la Peña Nuestra Andalucía. Ellos no tenían autor y yo no tenía nada que perder, así que me presenté en la peña con mi cara llena de barrillos, mi pelo con rayita al lado, mis gafas de pasta y mi guitarra. El primero que me saludó nada más llegar a la peña se llamaba Antonio Zulueta Ahumada, 'El Piru', y fue hasta el final de sus días como mi segundo padre. Me echó un vistazo y sentenció "¡Pero si es un niño" y El niño se me quedó para toda la vida, aunque a veces también me llamaba El poe, el poeta. Me invitó a un refresco e intentó controlar los nervios de un chaval que mirara donde mirara veía a sus ídolos. A una señal de Jesús Monzón nos metimos en la secretaría de la peña, una habitación pequeña, bastante pequeña, donde me invitaron a cantar ese pasodoble que yo guardaba con tanto esmero. Me senté en una silla y cuando quise darme cuenta estaba cantando rodeado de toda la comparsa que tanto había pregonado las coplas de Pedro Romero. Cuando acabé de cantar el primer pasodoble, que era un piropo a Cádiz, se me salía el corazón por la boca. Hubo un silencio y de pronto alguien dijo: "¿Puedes cantarlo otra vez?" Yo, para mis adentros me decía: "¡Esta no puede ser mala señal!" Me armé de valor y volví a cantarlo. Al término de la segunda cantata me miraron, se miraron y quedaron para ensayar días más tarde.
Yo me levanté, me tomé otro refresco y fue entonces cuando me di cuenta de que el único que no estaba contento era mi padre. A estas alturas de la liga sigo pensando que ese comparsista que salió algunos años con Paco Alba creía que me iban a dar calabazas y dejó allí a un niño concibiendo Requiebro. Días más tarde, en el escaparate de Benito del Moral estaba colocado el boceto de la comparsa con mi nombre y apellidos. Cómo echo de menos esa tradición de ver los tipos de las agrupaciones por los comercios gaditanos. La tarde siguiente a mi bautismo de fuego quedamos en casa de El Piru, que colindaba con la peña, en la calle María Arteaga, y allí me presentaron a los que serían mis compañeros de viaje: Ángel Zubiela, Manolo El Gitano, Antonio El Tarta, el Güili, Rafael, Félix y la columna vertebral de los romeristas: Monzón, Purri, Carlos Brihuega, Pepe el bombista, El Piojo, Carlos Peña, etcétera.
Los componentes tenían claro que la comparsa tenía que ser muy muy muy gaditana pero yo no tenía ni idea de cómo se hacía una comparsa. Menos mal que conté con la ayuda de un genio, de Manuel Rosales Agüillo hijo, que se encargó de hacer el ochenta por ciento de los cuplés y el estribillo.
El local de ensayo era un garaje inmenso ubicado, si no me falla la memoria, en la calle Belén, eso al principio, porque a falta de dos meses para actuar en el Falla nos trasladamos a los camerinos del Parque Genovés. El disfraz nos lo hizo Pepe Berenguer, el mismo sastre que confeccionó el disfraz de mi última agrupación. Todas las comparsas de Cádiz, por aquel entonces, tenían tres componentes que tocaban la guitarra; nosotros sólo dos. Yo tenía conocimientos muy primitivos de sonanta pero nunca dejé que el pánico que sentía se me notara.
Para colmo, los principios de las canciones tenían un punteao, básico, pero muy básico, que también hacía yo. ¿Qué más podía pasar?
Cuando me dieron el disfraz, una parte de la camisa era más larga que la otra y me faltaban botones, los leotardos me picaban y las sabrinas me quedaban para que me dieran dos patadas en la cara y me quitaran de golpe los barrillos. ¡Ah, bueno, eso sin contar lo del gorrito! Un sombrero calañé con un pañuelo blanco de seda, ¡ja! Era todo muy surrealista, porque yo debía representar a un bandolero y por más que me miraba al espejo veía a un tío muy feo con gafas de pasta y acné juvenil disfrazado de torero en tonos rojo y blanco y con un sombrero que parecía una teta gallega pintada de negro. Pues con todo y con eso fuimos al Falla. Recuerdo que el primer día que cantamos compré claveles rojos y blancos en la Plaza de las Flores para colocarlos entre los clavijeros de las guitarras, una monería, vamos; éramos unos pastelitos. Pues así y todo nos metimos en la final. Mi cara cuando nos nombraron en la radio era un poema. No me lo podía creer. El día de la final Jesús Monzón no estuvo con nosotros, asuntos laborales, era calderero de profesión, requerían su presencia en Galicia, así que El Purri se hizo cargo de la dirección de la comparsa esa noche, que fue la última en la que entraban seis grupos por modalidad (y se quejan ahora de que la final es larga, pobrecitos). La gran final la abrimos nosotros y acabó sobre las ocho de la mañana y cuando dieron los premios empecé a ser consciente de donde estaba y en lo que me había metido, tanto, que cuando dijeron: "¡Sexto premio, Requiebro!", yo dije: ¡Eso cómo va a ser!, ¡Nos han robao el premio, el primer premio! El virus del carnaval ya corría por mis venas. Qué lástima de mí.

El Niño analiza todas sus comparsas en 'Yo maté a Martínez Ares'

De 'Requiebro' a 'Calle de la mar', el propio autor cuenta las sensaciones que le dejaron veinte años ligado al Carnaval.

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El Niño dijo adiós, pero su legado queda para siempre. El pregonero del Carnaval 2008, Antonio Martínez Ares, compartió con Diario de Cádiz los muchos recuerdos que le traen sus veinte años ligados a la fiesta como autor de comparsas y reveló de qué manera nacieron cada una de sus agrupaciones en la sección ‘Yo maté a Martínez Ares’.

1983 es el primer año marcado en rojo en el calendario de recuerdos del pregonero. En esta fecha comenzó su andadura carnavalesca y su alianza con el fuera durante mucho tiempo el director de su comparsa, Ángel Subiela. Requiebro consiguió llegar a la final en su primer año como letrista y fue el inicio de una exitosa trayectoria junto a carnavaleros de renombre como el propio Subiela o Carlos Brihuega. Pronto comenzó Martínez Ares a difundir una nueva forma de hacer comparsas, y con Zombies aportó una escenografía poco usual en el Carnaval de la época que no le valió para entrar en la final pero le acarreó un buen número de seguidores, ya con su propio grupo. Tampoco superó el corte de semifinales su tercera agrupación, De locura, con un original tipo de locos con camisa de fuerza que se despojaban de ésta y dejaban ver un disfraz totalmente plateado. Mucho más sencillo se planteaba el tipo de su cuarta comparsa, Esto es carnaval, con la que consiguió volver a la final para acabar en cuarta posición. Cambio de estilo que el propio autor reconoce que no fue de su agrado, pero que le sirvió para superar las semifinales tras un par de años anclado en ellas.

Martínez Ares repetiría el cuarto premio un año después con Entre tus brazos, una comparsa que el letrista reconoce como “cursi” y con “un repertorio que ahora se me antoja el más sosito y aburrido de todos los que he creado”. En 1989 los componentes de la comparsa se transformaron en gatos para defender el repertorio de Con uñas y dientes. En esta ocasión el grupo no logró entrar en la final que por aquellos años se celebraba en el Teatro Andalucía y contó por primera vez entre sus filas con un jovencísimo Juan José Araúz ‘el chupa’, una de las voces más potentes de los últimos tiempos en el concurso.

Con Sonri-sillas comenzó a verse al Martínez Ares que marcaría una época en el Carnaval gaditano. La idea no acabó de cuajar y la comparsa se quedó en semifinales, pero comenzó a vislumbrarse el futuro que esta agrupación tenía por delante en la fiesta. Vuelta del concurso al Falla y primer gran ‘pelotazo’. Calabaza logró el segundo premio y evidenció un gran salto de calidad, sólo superada por “una barbaridad de comparsa” como Encajebolillos de Antonio Martín. También fue finalista y cuarto premio Doremifasoleando, marcada por la polémica  al llevar prácticamente el mismo tipo que la comparsa de Antonio Martín, Los trotamúsicos.

Diez años después de su entrada en el mundo del Carnaval, la comparsa de Antonio Martínez Ares alcanzó por primera vez la gloria en la modalidad tras proclamarse vencedores con Los miserables. Fue el año del mítico pasodoble al Papa, que llevó al autor a granjearse el apelativo de polémico que no le abandonaría durante toda su trayectoria en la fiesta. Precisamente esta letra provocó que el pregonero fuera expulsado de su hermandad por sus críticas a la Iglesia y al año siguiente dedicó un nuevo pasodoble a despedirse del Nazareno, que tampoco dejó indiferente a nadie. Su letra a Antonio Martín, que no llegaron a cantar pero que todo Cádiz acabó conociendo, engrandeció la imagen de polémico del autor en un año en que se repitió éxito y La ventolera se acabó llevando un nuevo primer premio. A las puertas de un tercer triunfo consecutivo se quedó la comparsa un año más tarde con El brujo, una de las agrupaciones más recordadas del Carnaval reciente. Charrúas de Joaquín Quiñones se llevó el premio y el grupo de Ángel Subiela se rompió, lo que provocó la salida de la comparsa del ‘Chupa’ entre otros.

Con siete nuevos componentes, la comparsa de Martínez Ares se sacó la ‘espinita’ del año anterior con El brujo y logró de nuevo el primer premio con La trinchera.

1997 fue el año de la reconciliación con Antonio Martín, al que dedicó un hermoso pasodoble con El vapor felicitándole por ser pregonero de aquellas fiestas y enterrando las rencillas entre ambos. Lo que son las cosas, hasta este 2008 se ha hecho esperar la respuesta del veterano autor, que devolvió el piropo al nuevo pregonero en el pase de cuartos del presente concurso.

Al año siguiente llegó la que para muchos es la mejor obra de su extensa carrera como autor de Carnaval, Los piratas. Música, letras y un grupo de voces que sonaba como los ángeles fue el aval que la comparsa presentó para llevarse de calle el primer premio de la modalidad y marcar una época en la historia del concurso. Tan grande fue el éxito de Los piratas que el tercer premio obtenido al año siguiente con Los templarios “supo a poco” al gaditano, acostumbrado ya a no bajarse del primer puesto. Con La milagrosa, que ni siquiera pudo entrar en la gran final, se cerró un ciclo de nueve años sin faltar a la gran cita y supuso la ruptura definitiva entre el autor y el grupo de Ángel Subiela. La marcha de la mayor parte de la comparsa dejó la dirección de la agrupación en manos de Paco Trujillo ‘Catalán’ y el letrista se vio obligado a buscar caras nuevas para seguir en la lucha. Según revela, por su mente planeaba ya el abandono del concurso, que llegaría unos pocos años después. Precisamente con el nuevo conjunto le llegó a Martínez Ares su último gran éxito en el concurso. La niña de mis ojos se llevó el primer premio por delante de Los condenaos de Juan Carlos Aragón y su antiguo grupo, que pasó a convertirse en la principal competencia del pregonero. La rivalidad con los de Juan Carlos Aragón llegó a límites más que desagradables un año después. La revolución, que finalmente se llevó el segundo premio, dedicó un pasodoble al fallecido Piru y Los Ángeles Caídos de Aragón le contestaron con un irónico cuplé que dividió al público y acabó marcando el desarrollo del concurso. Más sumergido en polémicas y enfrentamientos que en disfrutar de la fiesta, la vida como coplero de Martínez Ares tocaba a su fin. Y éste llegó en 2003 con Calle de la mar, que cerró con un tercer puesto la impecable trayectoria del letrista en el Carnaval. Con esta comparsa llegó el fin del Niño coplero, su despedida para siempre de esta fiesta. Al menos de momento…

De 'Requiebro' a 'Calle de la mar', el propio autor cuenta las sensaciones que le dejaron veinte años ligado al Carnaval.